jueves, 29 de enero de 2009

Estaré donde esté la vida

Estaré donde esté la vida.
Permaneceré
todas y cada una
de las noches
en vela,
de pie,
esperando
a que aparezca
el lugar en el que debo estar.

Hasta entoces,
déjame que entre
y te enseñe
dónde empieza
la noche.

Las nubes
han ocultado
el sol
que me indicaba
el camino;
no voy a venirme abajo,
tú tampoco.

No hace falta
que llores por mí,
estaré donde esté la vida
y,
hasta que aprenda a vivirla,
déjame que experimente
la antigua alquimia
contigo,
déjame que entre
y te enseñe
donde las estrellas languidecen
apagadas por nuestra mutua
sonrisa
vertical
de la entrada conjunta
en el Nirvana.

La parada de los jinetes

Descansa.
Esta es la parada
de los jinetes.

Deja que mis labios
te cuenten
los excesos
de mi música,
leída
bajo una lluvia
horizontal.

Túmbate.
Repón el aliento
que otra mariposa
te ha robado.

Está escrito
en las palmas
de tus manos
que esta noche
bajarías del caballo,
jinete.

Yo te remplazaré
en lo alto
de la silla.

lunes, 19 de enero de 2009

El Cuervo, de Edgar Allan Poe

Siguiendo con la iniciativa de Clara Santanfé de homenajear a este gran autor el día de su 200 cumpleaños, he decidido poner uno de mis textos favoritos, "El cuervo". Sin más vueltas de tuerca, os dejo con la lectura:
Cierta noche aciaga, cuando, con la mente cansada,
meditaba sobre varios libracos de sabiduría ancestral
y asentía, adormecido, de pronto se oyó un rasguido,
como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.
"Es un visitante -me dije-, que está llamando al portal;
sólo eso y nada más."
¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!
Cada chispa resplandeciente dejaba un rastro espectral.
Yo esperaba ansioso el alba, pues no había hallado calma
en mis libros, ni consuelo a la perdida abismal
de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar
y aquí nadie nombrará.
Cada crujido de las cortinas purpúreas y cetrinas
me embargaba de dañinas dudas y mi sobresalto era tal
que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:
"No es sino un visitante que ha llegado a mi portal;
un tardío visitante esperando en mi portal.
Sólo eso y nada más".
Mas de pronto me animé y sin vacilación hablé:
"Caballero -dije-, o señora, me tendréis que disculpar
pues estaba adormecido cuando oí vuestro rasguido
y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal
que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal:
sólo sombras, nada más.
La noche miré de lleno, de temor y dudas pleno,
y soñé sueños que nadie osó soñar jamás;
pero en este silencio atroz, superior a toda voz,
sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...
sí, susurré la palabra "Leonor" y un eco la volvió a nombrar.
Sólo eso y nada más.
Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".
Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posóse y nada más.
Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser osado,
viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".
Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa
sorprendióme aunque el sentido fuera tan poco cabal,
pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido
ocasión de ver posado tal pájaro en su portal.
Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal
que se llamara "Nunca más".
Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,
como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.
No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna
hasta que al fin musité: "Vi a otros amigos volar;
por la mañana él también, cual mis anhelos, volará".
Dijo entonces :"Nunca más".
Esta certera respuesta dejó mi alma traspuesta;
"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar
del repertorio olvidado de algún amo desgraciado
que en su caída redujo sus canciones a un refrán:
"Nunca, nunca más".
Como el cuervo aún convertía en sonrisa mi porfía
planté una silla mullida frente al ave y el portal;
y hundido en el terciopelo me afané con recelo
en descubrir que quería la funesta ave ancestral
al repetir: "Nunca más".
Esto, sentado, pensaba, aunque sin decir palabra
al ave que ahora quemaba mi pecho con su mirar;
eso y más cosas pensaba, con la cabeza apoyada
sobre el cojín purpúreo que el candil hacía brillar.
¡Sobre aquel cojín purpúreo que ella gustaba de usar,
y ya no usará nunca más!.
Luego el aire se hizo denso, como si ardiera un incienso
mecido por serafines de leve andar musical.
"¡Miserable! -me dije-. ¡Tu Diós estos ángeles dirige
hacia ti con el filtro que a Leonor te hará olvidar!
¡Bebe, bebe el dulce filtro, y a Leonor olvidarás!".
Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad
trajo tu torvo plumaje hasta este yermo paraje,
a esta morada espectral? ¡Mas te imploro, dime ya,
dime, te imploro, si existe algun bálsamo en Galaad!
"Dijo el cuervo: "Nunca más".
"¡Profeta! -grité-, ser malvado, profeta eres, diablo alado!
Por el Diós que veneramos, por el manto celestial,
dile a este desventurado si en el Edén lejano
a Leonor , ahora entre ángeles, un día podré abrazar".
Dijo el cuervo: "¡Nunca más!".
"¡Diablo alado, no hables más!", dije, dando un paso atrás;
¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal!
¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje
quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal!
"Dijo el cuervo: "Nunca más".
Y el impávido cuervo osado aun sigue, sigue posado,
en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;
y su mirada aguileña es la de un demonio que sueña,
cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;
y mi alma, de esa sombra que allí flota fantasmal,
no se alzará...¡nunca más!.:

miércoles, 14 de enero de 2009

Dolerum vitae

Estuve sentada
en un recio banco
de piedra
leyendo
un místico libro
en cuyo lomo rezaba:
"Dolerum Vitae".

En sus infinitas páginas
encontré
escrito,
con sangre
y llanto,
que el amor es dolor
y la vida muerte.

En el blanco papel
se veían impresas
las huellas
del tiempo
y el olvido,
intentando
atenuar
la increíble y macabra
historia
reflejada en sus páginas.

Cerré el libro
con un golpe,
mientras por mis mejillas
corrían las lágrimas;
de las espinas de mi corazón
manaba
la sangre
que engrosaba las líneas
del funesto libro
que recogía todo atisbo
de vivencia
y existencia.

lunes, 12 de enero de 2009

One by One

Una a una
se clavarán
en mí
las espinas
de las últimas
palabras
de tus labios.

Una a una
caen
sobre mí
las hojas secas
de los ancestrales
árboles
que pueblan
el claro.

Uno a uno
llegásteis
al final de la senda
y ahora ambos
me esperáis sentados.

Antesala del Dolor

Nunca había mirado
a alguien
antes así,
como yaces tú ahora.

Simplemente
creí que estabas
dormido,
arrullado
por el Valium
y los calmantes,
esperando a que
te rozase con mis labios
para despertar.

Tu pelo ya no olía
a menta
y tus largas pestañas
reposaban,
cansadas, tal vez,
de volar
sobre el cielo cian
de tus ojos.

Ni en mis peores pesadillas
hubiera pensado
que tu pecho no subiría
por si mismo
con tu pausada respiración
de deportista.

Sin embargo,
aquí estoy,
mirando la erosión del tiempo
sobre tí,
sobre mi,
impasible en el centro
de una aséptica habitación,
esperando que las lágrimas
acudan a mí:
sin éxito.

Puede que las hubiera
derramado
todas
en la antesala del dolor
y que, ahora,
mis ojos se hayan secado
al perder el agua
que sólo en tus ojos residía.

Jugaré mi rol,
de viuda doliente
aún cuando esta mano
no se ha repartido
y tú te has levantado
de la mesa,
llevándote un palo
de esta baraja francesa.

miércoles, 7 de enero de 2009

Quizá, quizá, quizá...

Tengo la sensación de que, de nuevo, he de llevar dispuesto en el bolso el Betadine y el Tantun, que volveré a caer en el camino, en la misma piedra, y, esta vez, sí que dolerá la caída. Tanto como para rabiar, tanto como para enloquecer por el dolor y la pérdida.
Quizá sólo sea mera quimera, un pensamiento de esos de los que tanto se me acusa. No pediré a dios, ese dios que tú llevas en la cartera, que no pase lo peor, sería hipócrita por mi parte recurrir a algo en lo que no creo en momentos de dificultad, pero sí cruzaré los dedos porque todo vaya bien.
Quizá esa piedra, con la que he tropezado tantas veces ya, me sirva para concienciarme de que lo mejor sería distanciarme de ti y todas tus extravagantes locuras. De todos modos, esperemos que la suerte nos acompañe a ambos, porque nos va a hacer falta.

martes, 6 de enero de 2009

Funámbulo

Oigo los ecos
de los acordes lejanos
de lo que fui
de lo que,
en otro año,
sonaba tan mío
y que ahora
encuentro tan alejado
y vacío.

Mi labio tiembla
en un acceso de llanto
que no llega.
He bajado los puños;
esta vez
no he venido a pelear.
Simplemente,
quiero defenderme
del dolor,
del temor
y la preocupación,
escondida
detrás de mi
más que bien
armada armadura.

Siento como soltaste
mi mano
y ahora
estás perdido
en ti mismo
haciendo equilibrismos
en el cable que sobrevuela
el claro.