sábado, 29 de noviembre de 2008

Ventana

La lluvia cae sobre la ciudad.

Apenas ha anochecido sobre las aceras marchitas pero las primeras luces de las ventanas adyacentes comienzan a encenderse: la casa de aquel profesor de universidad, de paredes tapadas por cientos de libros, la ventana abierta de la cocina de la maruja del 4º izquierda preparando la cena, los estores entrecerrados del vecino fisgón apostado al otro lado del cristal esperando... Una noche cualquiera, sin excepción... Sin embargo, hay algo extraño.

Mi mente recorre las luces titilantes de esta pequeña colmena buscando lo que no encaja en ellos como un ejercicio de memoria. Algo no cuadra...

Una luz falta, la luz que siempre más brilla entre todas las demás cuando llego a mi apartamento. Sus lámparas halógenas enmascaran a los fluorescentes de cocina y las lámparas de ahorro de energía. En la hermosa casa sólo hay oscuridad.

Nunca había visto a sus habitantes. Tampoco he querido. Me gusta más imaginar qué tipo de personas pueden vivir allí. Sin embargo, hoy no hay luz y en mi conciencia se golpea la sensación de que algo va mal al otro lado.

Un diminuto punto de luz se enciende al otro lado, posiblemente la pequeña llama de un mechero. Mi esperanza se dispara: puede que sólo haya sido un corte en la red eléctrica. Retrocedo un paso con temor. Quizá al fin descubra quién vive allí; no estoy segura de querer saberlo.

Aún así me relanzo hacia la ventana, con la curiosidad imperante como única guía. La habitación se ve iluminada por el haz amarillento de una linterna. No es el único foco de luz. Las farolas anaranjadas deja ver algo más, el lado oscuro de la situación. El Caos.

Todo está desordenado, fuera de lugar. El contenido de los cajones, caótico, extendido sobre las alfombras, las estanterías desnudas de sus libros habituales... Mi mano tiembla mientras marco el 091. Todo apunta a un desalmado ladrón dispuesto a llevarse el hogar y la vida de esa pobre gente. Mi voz suena entrecortada cuando informo de lo que estoy viendo.

El chasquido del teléfono aún resuena en mis oídos cuando el haz de luz apunta hacia mi ventana. Retrocedo con temor al verme descubierta. Me resguardo en la creciente oscuridad de mi apartamento, mientras mis piernas aún tiemblan.

El silencio que ha dejado mi entrecortada respiración se rasga con el sonido de los golpes en la puerta. Tac, tac, tac...

Like a Stone

http://es.youtube.com/watch?v=0jBvxmwfn4c

Sin más comentarios os dejo que disfrutéis de esta magnífica canción

lunes, 24 de noviembre de 2008

Serenatas opiáceas II


Pude ser algo más
que una tragedia de Shakespeare;
preferí ser viento
que se acurruca en tu recuerdo.

Vi el filo de un cuchillo
volar sobre mi cabeza
mientras que mi calavera
se desgajaba como una naranja.
Miré a los ojos
a las noches oscuras
de alcohol y vicio
y cerré la lápida de la mala vida.

Escuché el crepitar
de un vinilo
sobre mi quemador de incienso
que sonaba a batería.

Sin embargo, rocé el nido
vacío, aún cálido
del único cuervo
que no vuela.

Dime

Dime: ¿dónde quedaron las lágrimas? ¿Dónde quedó el lamento por tu inesperada partida?
Siento el latido de tu corazón al otro lado de la puerta de esta casa que tan prematuramente ocupaste. Siento como el mío se acalla con el murmullo de las hojas secas que revolotean con el viento húmedo y frío de finales de noviembre.
De nuevo un 23. Un 23 cualquiera, un 23 como el de cada mes. Convergencia y divergencia que se aunan en un número primo. Ese 23 que se ha quedado encerrado en las puntas de mis dedos por el frío del mármol blanco, ese 23 en el que soplar velas cada año.
Retiro las flores secas, las mismas que hace a penas un mes yo te dejé en el dintel de tu puerta, mientras con ellas se retiran las espinas que ya no dejan heridas supurantes.
Siento tu calavera sobre mi hombro. Te pregunto ¿soy o me diluí en la ceniza? ¿Soy o me perdí en el silencio de tu corazón? ¿Soy o he dejado de ser, proyectándome como una sombra que deambula detrás de meras quimeras?
Pero tú no estás ahí.
Pienso que no pensaste en mi en la última instancia.Pienso que si hubieras pensado en mi quizá hubiera temblado tu pulso y no hubieras sido tan elocuentemente preciso. Pienso que si no me hubieras conocido nunca hubieras sido capaz de tomar este tipo de decisiones y prefiero no pensar en qué motivos tomaste de mí para envalentonarte hacia la cuneta cubierta de las hojas ocres del otoño.
12. A las 12 sale el autobús de regreso a la normalidad, a la vida frívola en la que todo va bien y en la que tu llamada puede sonar a cualquier hora, con tu voz ligeramente temblorosa al otro lado del auricular, recordándome lo bien que estuvimos la última vez que nos vimos y las ganas que tienes de que nos volvamos a ver.
Pero ese mundo ya no existe. No al menos para mí. Mi último tren se fue contigo, abriendo un gran andén entre el vagón y la estación en la que permanecí de pie, como una estatua de sal esperando a la lluvia que me disolviera y me llevara por las alcantarillas hacia un viaje interior, para finalmente llegar al mar donde diluírme y renacer libre bajo el sol.
El viaje. Pensaré que es mejor así, colocaré mi mejor sonrisa en mi rostro y tendré dispuesta en la recámara una carcajada a la mayor simpleza que se me presente. Borraré de mis dedos el tacto de la puerta de piedra de tu prematura morada. Aliviaré el asma que me suponen las letras grabadas aún sobre mis labios después del beso fugaz que te ofrecí como la ofrenda de una Vestal. Y lo más importante, fingiré que todo va bien, que los puntos de sutura y las tiritas que mantenían unido mi corazón no se han despegado como una tira de cera.
Pero antes de decirte adiós, dime: ¿dónde abandonaste la esperanza que me habias entregado altruístamente? ¿Dónde podré encontrar un recipiente que recoja las lágrimas de mi alma para que caigan sobre tí en forma de lluvia en el Paraíso?

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Velocidad

Caminar rápido mientras sólo resuenen los tacones de mis botas de tachuelas.

Sabes que no vas a llegar.

Da igual, lo importante es caminar, no dejar la senda, no perder el ritmo palpitante de la carótida de mi cuello, el calor palpitante de mis piernas al moverse armónicas en su rápido frenesí.

Sabes que no vas a llegar.

Cállate, ¿desde cuándo alguien ha dado coba a ese lado del espejo? Tú hablarás cuando yo te deje. Y ahora lo único que importa es caminar.

No llegarás a tiempo, te has entretenido demasiado en el camino.

Eso aún está por ver, déjame rememorar mis tiempos de atleta, cuando corría y caminaba por igual, incansable, inagotable... Entonces no había sufrido todas las dolencias de corazón que ahora llevo a rastras.

Pero, ¿no puedes ir más despacio? Si no vas a llegar.

Se escurren mis guantes. Si paro a colocarlos bien de nuevo perderé más tiempo del que tengo, si ya está a la vuelta de la esquina. Un esfuerzo más y estaré allí.

Serás testaruda. No vas a llegar.

¡Ah! Esta valla en medio. Tropiezo inesperado. En fin, habrá que esquivarla.

¡No! ¡Espera! ¡No te vayas!

¿Por qué te has cansado de esperar? Ya me había decidido. Estaba caminando a lo largo de las aceras marchitas para llegar hasta ti, a tu nido y a tu quemador; pero ahora te vas.

He llegado justo para verte marchar, con la velocidad de un cuervo remontando el vuelo sobre el bosque entramado de mi memoria.

Te lo dije, no ibas a llegar. Ve al hogar antes de que te vuelvas a perder en la senda, buscando la velocidad adecuada para no perder tu último tren.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Punto Isosbéstico

¿Por qué no?

Porque no se puede estar siempre esperando que los demás se tiendan a tus pies mientras tú permaneces en lo alto de un templete de charol y arrogancia.

¿Por qué no?

Porque no se puede pedir sangre a un hipotenso, a menos que quieras acabar con él. Bastante tiene la sociedad con lo que tiene como para ir suicidando a la gente gratuítamente.

¿Por qué no?

Por el gasto excesivo que supone anualmente el dentista, el fisioterapeuta, el personal trainer, el Pilates y la Visa del Corte Inglés. Tantas cifras oscilantes producen una lenta y dolorosa endodoncia del alma.

¿Por qué no?

Porque entonces Bernuillie fallaría y todo sería el caos, el vacío denso y absoluto del agujero negro que se abre a escasos milímetros detrás de tu cabeza.

¿Por qué no?

Porque supondría renunciar a una mitad de ti, y las personas con trastorno bipolar no pueden hacer ese tipo de cosas. De todos modos, serías incapaz de decidir cuál de ambas sacrificar.

¿Por qué no?

Porque entonces no existiría un punto isosbéstico que hiciera coincidir los espectros de las espinas clavadas en la calavera, en el cuervo, en la muñeca de porcelana e incluso en la Reina de Corazones.

Simplemente porque es difícil pensar que día que pasa, día que te acercas y alejas en una órbita cada vez más excentrica, divergente de todo tanteo posible de hacer, desplazando los espectros de absorción por encima de cualquier cero conocido.

Simplemente, porque descolocas el punto isosbéstico al clavar una n-ésima espina.

domingo, 9 de noviembre de 2008

The Messiah

[… Debemos permanecer unidos para ser fuertes …]

Tres disparos. Gritos en la multitud.

[El Mesías ha muerto. Hay sospechas de atentado terrorista]

Se da la alarma. Se oyen sirenas.

[… Reunifiquemos la humanidad, más allá del odio y la guerra …]

Nadie se ha movido del mitin. En la multitud está el asesino con un revólver caliente.

[ Asesino del Mesías juzgado por incapacidad mental: condena en institución psiquiátrica]

Se levanta el cadáver. La sangre es rápidamente limpiada.

[… Mucha sangre se ha derramado. Acabemos con la injusticia y con la muerte con la paz individual y colectiva …]

Serenatas Opiáceas (I)

Los pasos en el camino
sobre las hojas secas
de este temprano otoño
en el claro.

Clavando espinas
dos soles más tarde,
sin que pueda invocar
tu cuervo.

Media hora
de congestión
y aletargamiento
cada p.m.

No te vayas sin mi,
quiero ver la cuneta
desde la retina
de la nieve
y el vacío.

Incienso,

te llevaste mi quemador.

Incienso,
tú,
que vuelas lejos,
arrastrado por la brisa
de la memoria.

Miro a ambos lados,
en la senda,
en ellos quedan
simples imágenes especulares,
de lo que fui,
buscando una perdida quiralidad
entre la Calavera
y la Reina de Corazones.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Los que te quisieron te recuerdan con dolor

¿Por qué no tomaste
un poco de mi amor
antes de tirarte a la cuneta?

La piedra estaba limpia,
como en mis últimas visitas.
Siento que soy la única
que te añora
y llora por tí en otoño.

¿Por qué no te diste cuenta
de lo mucho que me herías
tomando tu decisión?

El cielo se ha nublado,
repentino,
como mi mente,
por los recuerdos felices
de un tiempo mejor.

¿Por qué no te sustentaste
en un tercio de mi amor?
Hubiera sido suficiente
para hacerte recapacitar.

Rozo las letras grabadas
en frío mármol,
que reflejan lo que fuiste,
al menos,
para mí.

¿Por qué no me llamaste
cuando todo iba mal
y necesitabas un hombro
sobre el que llorar?

Sufrías hermetismo de corazón,
ahora, sólo los que te quisieron,
te recuerdan con dolor.