martes, 28 de octubre de 2008

Petición

Quiero, al menos,
una razón
por la cual
no abandonar nada,
seguir esta senda
de incierto destino.

Quiero, al menos,
una justificación
de tus continuadas huídas,
tus largas ausencias
y tus despedidas distantes.

Quiero, al menos,
una huella
impresa en tu corazón
que me demuestre
que éste existe
y que no es una proyección
de mis delirios y sueños.

Quiero, al menos,
un esquivo roce
del ardiete acorde
que es tu piel,
para convencerme
de que los espejismos
no aparecen igual
dos veces.

lunes, 27 de octubre de 2008

Lluvia en la Ciudad

El día se ha ensombrecido repentinamente, sacudido por la lluvia y el viento gélido que arrastra consigo las últimas hojas amarillas de los marchitos árboles de la ciudad. El color se diluye en el blanco y negro de los charcos grasientos sobre el asfalto, mientras un par de chicos corren en el paso de cebra.


El floristero saca un florido carro para ahorrar unos céntimos en riego mientras que el resto de viandantes buscan toldos y balcones para resguardarse de un repentino aguacero, crónica de una nube desmembrada.


Un día marchito que se escapa entre las rejas de mi persiana, ocultas por la luz marchita de un flexo de ahorro de energía. Los libros huelen aún a tinta nueva; ese olor casi visceral a nuevo caro, desorbitado. En ellos, cientos de páginas de explicaciones científicas huecas de sentido alguno.


¿Con la ecuación de Bernuilli se resuelven los conflictos psicológicos?


Nada más lejos de la verdad. La ciencia no puede ofrecer respuestas a los volcanes internos de sentimientos, a las distribuciones de probabilidad de ira de un corazón dolorido o a las áreas integradas en el pensamiento dedicadas a un obsesivo platonismo.
La lluvia ha de ser la única que aclare la visión sobre este asunto, mientras se desliza caprichosa por las alcantarillas hacia los submundos de las cloacas, donde todo tipo de realidad tiene cabida. Un mundo sumergido, ni mejor ni peor, sino diferente, con otras miras y preocupaciones.
Pero, ¿qué estoy diciendo? Palabras huecas, sin duda de nuevo, como las de una anticuada comedia del Arte vista desde el segundo anfiteatro de un local de tercera. Pude haberte retenido, pero sin duda, preferí dejarte ser lluvía que se escapa entre los dedos, por las canalizaciones. Permití que fueras lluvia, lágrimas del cosmos regaladas a la sedienta tierra. La culpa, una vez más, vuelve a ser mía.
Quizá lo mejor es que definitivamente te deje marchar, soltar esta venda de platonismo de mis ojos y dejarte ir, como la lluvia por la alcantarilla después de mojar los huesos de una muñeca rota, abandonada sobre la acera de una remota ciudad donde todas sombras esconden titeres.
La lluvia sigue cayendo sobre las calles marchitas de la ciudad, alumbradas prematuramente con la luz naranja de las farolas. Es mejor así, caminar anónima bajo mi paraguas, sin el remordimiento de pensar que es mejor dejar las cosas fluír, como la lluvia sobre esta ciudad.

lunes, 20 de octubre de 2008

Espejismo vertebrado

No sé cuándo empecé a quererte. No sé cuándo empecé a pensar en ti a todas horas. Me es imposible saber en qué momento dejaste de ser un hermoso espejismo ante mis escépticos ojos para convertirte en lo que eres ahora.
No sé si me dejé llevar por una promesa absurda que nos formulamos, coincidiremos casi por completo. No sé si todo me pareció mejor de lo que fue por la mágica luz de un atardecer alérgico que entraba por los miles de cristales a nuestro alrededor, frágiles, como las almas perdidas.
Entonces me fue imposible separar la objetividad que pedía mi mente de lo que el corazón me decía. Todo el mundo tiene puntos flacos. Los míos son las luxaciones.
Pero dime, ¿qué pasará ahora? Los dos decidimos seguir nuestros caminos. La inercia no nos deja parar de rodar en nuestra ruleta particular. Apuesto todo al As de Picas, después de ver que la bola paró en la Reina de Corazones.
Subido en la cresta de la ola, comenzó el descenso, quizá hasta el último averno, quizá hasta el más alto cielo. No soy mujer de misticismos. Antiguos corazones descompasados por antiguas rencillas, pasadas o no. Perdonar no significa olvidar. Una vez más sentí como caía en el camino después de tropezar en la misma piedra por enésima vez.
El terciopelo rojo de una excéntrica mesa de billar me devolvió a las noches de magia alcohólica, acompañada en la soledad del repiqueteo de los hielos sobre el cristal. Palmo a palmo sentí piel erizada al contacto de mis dedos, demasiado fríos para el verano.
Mi tren, el de la memoria y la consciencia, paró de nuevo en la más recóndita estación, trayendo consigo el olor de los árboles inmortales e intemporales de una bucólica caseta en Centroeuropa. El oro de algún pícaro dios apareció ante mis ojos, inalcanzable como el tesoro mejor guardado de la historia de la Humanidad.
Pero dime, ¿qué ha pasado en todo este tiempo? Las ruedas del destino a duras penas frenan su impulso natural. Tú siempre fuiste más de ruletas rusas.
Cada mañana, una escala en un aeropuerto alejado mil kilómetros del anterior, hasta un trágico accidente que te hizo cambiar por el transporte marítimo. Recorriste el mundo tres veces en ochenta días; cada milla lejos de aquí te acercabas un milímetro más. Caminaste en dirección contraria huyendo de lo que estaba en tu interior.
Nuevos labios, nuevas pestañas y nuevos ojos cayendo. ¿No es lo mismo en todos los casos? Sin embargo una vez más piensas en aquello que pudo ser el cambio, echando un pulso entre la cabeza y el corazón, a miles de kilómetros del ritmo disonante de un acorde perdido.
Pero, no calles, dime, ¿qué pasa ahora? Los caminos que se bifurcan siempre vuelven a unirse, es la fuerza cósmica de la casualidad.
Como siempre, el papel lo cubre todo, garabateado con símbolos que a duras penas algún difunto sabio sería capaz de descifrar. Lejos en mi mente, cerca en lo que cada día parece más un corazón, sintiendo que cada una de las elecciones hechas fueron un error y que sin embargo, ya no hay forma posible de cambiarlas. La vida es un camino sin retorno; las pisadas no se pueden borrar.
Y ahora sólo me pregunto ¿podría haber cambiado algo si no hubiera soñado en vano? La luna se estremece bajo mis dedos, que la anhelan rozar, catapultada, una vez más, a sus cráteres.
No quiero parar, o al menos, no quiero tener que llorar por hacerlo. Una vez más jugamos a una desigual ruleta rusa. Sólo quedan dos recámaras. ¿En cuál estará el tiro? Lo más seguro es que sea la mía. Pase lo que pase, soy la destinada a perder.
Pero dime, ¿por qué comenzamos un juego al que no sabíamos jugar? Seguíamos la inercia que el tiempo y nuestro rol nos había proporcionado. Pagaremos las apuestas perdidas de nuestra mala vida, volveremos a dejar que el sol marque la hora de acostar, por separado, como no. A fin de cuentas, esta quimera era un bien ganancial, no se podía esperar nada más. Bailemos el último vals sobre la Vía Láctea antes de decirnos adiós.
Eso es en lo que te has convertido ahora, mientras se apaga la melodía, en un simple impreso oficial, en una página más del terrible diario de Barba Azul, en un espejismo con columna vertebral que dolía más que una raspa en la garganta.

sábado, 18 de octubre de 2008

Muñeca de Porcelana


Déjame inhalarte
como una bocanada de opio
que me transporte
a mundos surrealistas
donde tú seas mi cuervo
y yo pueda seguir tu vuelo.

Déjame que te busque,
delirante,
cada noche
en mis sueños,
para encontrar un rastro
que me lleve tras tus pasos.


Déjame ir,
deshaz el embrujo
que sobre mí arrojaste
haciendome marioneta,
oscura,
en tu función privada.

Déjame acurrucarme
en tu maleta,
viajar a tu lado
insegura,
como muñeca de porcelana.

martes, 14 de octubre de 2008

Luces en el agua

El Bosque.
La representación de todos los bosques. Tan sólo se pueden ver unos débiles rayos de sol que se filtran entre el denso follaje que se alza soberbio hasta el mismísimo cielo.
Silencio.
Un silencio totalmente inusual en un bosque; denso, candente.
Alrededor no hay nada. Tan sólo los altos y gruesos troncos, estirados, altivos, desafiantes; su suberina extensión marea al llegar a los haces de luz.
El Bosque.
La exaltación de todos los bosques.
El suelo está tapizado de hojas de los colores más variopintos en los estados de descomposición más variados. Rocas recubiertas de musgo o alguna otra especie mutada emergen entre ellas como cadavéricos dedos de la sinuosa tierra. Aparte de ello... nada. Ni un ápice de vida que no sea ancianamente vegetativa.
Silencio; vibrante, pastoso.
Las horas pasan; la luz no cambia a través del entramado de hojas que hace las funciones de techo. No hay nada que nuble el resplandor. El tiempo contiene la respiración.
El Bosque.
No hay viento. No hay nubes. No hay aire.
Los altivos troncos parecen ingrávidos; no hay nada que los sustente. El suelo se desdibuja en la magnificencia del lugar. El Bosque. No hay raíces que se hinquen con saña. No hay tierra.

El silencio se rompe. Un velo se rasga por la mitad cuando sobrevuela, sin aletear, un pájaro. Se mueve siendo desplazado, movido por los oscuros hados. El Bosque. Su silueta se contorsiona y distorsiona para diluírse finalmente.
No hay nada.
El bosque por antonomasia continúa impertérrito. El único vestigio de vida, de movimiento, ha sido engullido con maestría por su siniestro halo.
Una piedra, ensangrentada.
Junto a ella, un cuello en una posición imposible.
Los ojos vidriosos que miraron al horror con fiereza, han dejado de mirar.
Lentamente, el musgo, o incluso su más siniestra variedad mutada, se apodera de la sangre derramada sobre la piedra; absorbe el rastro de la mano culpable; bebe del señuelo delator.
Los ingrávidos árboles se posan en la pétrea realidad del suelo. Sus oscuras y antiguas raíces surgen de la nada para abrazar el extinto cuerpo; acarician el marchito rostro antes de engullirlo hacia la inmensidad de su interior, de su húmeda y oscura existencia. Como hábiles dedos de taxidermista, cierran los ojos acuosos de la muerte.
El Bosque.
Definición de todos los bosques.
La piedra ya no tiene sangre. Ha sido lavada por las suaves manos de las cascadas. Ya no hay reguero; ya no queda rastro delator. Ya no quedan restos del exigüe corazón. El río ha acudido a la llamada del Bosque; ha limpiado su parte.
La definición de todos los bosques no ha dejado huellas.
El agua ocupa ahora lo que antes la sangre y la muerte. No queda más rastro que otro reflejo en el río. No hay más señas que otra luz en el agua, que contempla los ingrávidos troncos, flotar.
El Bosque...
Esperando, inmutable, una nueva víctima...

domingo, 12 de octubre de 2008

Tú eres el componente

Tu eres el componente esencial de la mezcla, pero, sin embargo, nunca estás en la nevera. El helado de chocolate se ha acabado y no estás tú para reemplazarlo. No quiero encotrarme con mi cuervo para no caer desmayada a sus pies.

Me es imposible encontrar la estantería en la que tú estés, esperando a que te tome, como una barra de incienso, hasta que te consumas en mi quemador. Mira bien, he preparado un pequeño teatro privado en el que seguir interpretando la dura función de mi propia vida. Quizá sea sólo la sombra que se apodera de todo, dejando visibles unas oscuras marionetas que se mueven ingrávidas y sin hilos. En mi cajón hay dos entradas caducadas de un negro teatro en Praga.

Sin embargo, en todo ello falta algo: el componente que permite determinar la precisión en la medida de mi corazón. No sigamos jugando al tira y afloja, al final, ambos caeremos al suelo y yo tengo las rodillas demasiado peladas ya de caer en el camino.

El piano y los violines suenan en un eco remoto sin un nexo que los una. Sus teclas se quiebran; sus cuerdas gimen y saltan porque les falta el componente. Una antigua radiografía reposa en el cubo de la basura; en ella, un corazón late en una corona de espinas.

Baja los puños, no he venido a pelear, sólo busco mi componente, que se ha diluído en el viento y en la ceniza. No queda nada por lo que pelear. He perdido la composición de la mezcla en la que faltaba mi único componente.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Mañana es el día de la cinética

Un cuaderno con cientos de hojas garabateadas incluso en los márgenes con fórmulas más allá de la comprensión de un cronista medieval, superlativos libros llenos de glosas sánscritas.

Todos tranquilos, hoy son cuatro horas, mañana, es el día de la cinética.

Un bic gastado, con las marcas de su desangramiento lento y paulatino en su cánula de plástico interior, mordisqueada por el nerviosismo y la incomprensión total y absoluta en la que sumerge Schrödinger al no iniciado.

No hay que preocuparse, mañana, es el día de la cinética.

Las gomas de una carpeta revientan, hastiadas de soportar la dura carga de los miles de manuscritos científicos recogidos en su interior. No sólo con papel y tinta se escribe el sufrimiento. De 168 horas, 96 en el aula 209 de una fría y aséptica facultad.

Se acabó el llanto, mañana es el día de la cinética.

Perdone si no me levanto, pero es que son cinco horas de cinética química y tanto movimiento me agota hasta una muerte lenta y dolorosa. Pero nadie debe preocuparse, porque hoy es el día de la cinética.

domingo, 5 de octubre de 2008

Mira2

Mirame, no me pierdas detalle. Si parpadeas es posible que ya no puedas seguir mi estela. Camino demasiado rápido como para no ir desgarbada.

Mirate, no corras o perderé tu rumbo. No huyas, no he venido a pelear. Simplemente necesitaba el placebo de saber que sigues aquí.

Mirame. Desde lo alto de mi altar de tacón negro de charol a penas me quema tu piel de vinilo y baqueta.

Mirate. No estoy tan abajo como para que no me puedas tocar. Simplemente, búscame. Posiblemente llevo toda una vida ocultandome, pero siempre dejaré una pista por la que puedas seguir investigando.

Mirame. Ya me tienes postrada a tus pies, semiinválida por el dolor punzante de mi columna desviada. Hiciste que levantara tanto la frente que ahora no puedo caminar recta.

Mirate. Estás de nuevo deambulando por la ciudad. A saber que pasa por tu cabeza. ¿He de cruzar de nuevo los dedos para poder encontrarte o esta vez me darás una tregua, una pista certera tras la que ir veloz?

Larga vida a la Burocracia

Impresos blancos, amarillos, rosas. Miles de papeles que se apilan sobre una mesa, firmados y sellados, copias compulsadas para pasar a los anales de la Burocracia, que extiende sus alas sobre nosotros sin poderlo controlar.

Segunda ventanilla, tres fotos de carné. Resguardo de matricula y fotocopia del D.N.I.. No cumple todos los requisitos, vuelva mañana, hoy ya hemos trabajado lo suficiente. Oiga, no se cuele, estaba yo antes en la cola.

Imprevisiblemente se abalanza sobre todo, sobre el tiempo, sobre la independecia mental, conviritendo al individuo en un número sobre un impreso oficial, perdiendo su total identidad y personalidad en las largas bases de datos burocráticas.

Larga vida a la Burocracia, que se alimenta de las almas individuales, de su paz y serenidad, llenando todo de sus duplicados e impregnando las esencias naturales de rígidos formularios numerados.

Larga vida a la Burocracia, madre del estrés, hija de la Humanidad, que la ata y atrapa en sus interminables filas de seres clonados.

Larga vida, Burocracia.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Hopeless

Hoy no ha sido un buen día.

Hay días que comienzan mal, torcidos, con el pie contrario y generalmente sólo pueden ir a peor. Hoy es uno de esos días.
El despertador no ha sonado a tiempo, el transporte público apestaba hoy hasta más no poder, el día caía en picado sin forma de controlarlo de ningún modo ni de ninguna forma. No ha habido ningún consuelo posible, ni tan siquiera una remota esperanza de algo bueno.
Atormentada haciendo quimeras para cuadrar unas cuentas macabras, enchufo un cd anticuado y de música melancólica intentando alejar hacia los acordes los pesares diarios. De poco sirve.
Demasiados asuntos y poco tiempo para solventar todos ellos. Si al menos me quedaran tus ojos... pero tú también has desaparecido de la faz de la tierra.

Hoy no ha sido un buen día.

Sólo queda esperar a una temprana noche que acabe lo que mal ha empezado, trayendo soledad y tristeza, por el abandono de muchas cosas y de ninguna importante, al fin y al cabo. El agua cayendo sobre mis ojos cerrados y el mismo cd rallado que no pasa de canción como colofón a un mal día de ningún buen presagio.

Hoy no ha sido un buen día.