domingo, 12 de octubre de 2008

Tú eres el componente

Tu eres el componente esencial de la mezcla, pero, sin embargo, nunca estás en la nevera. El helado de chocolate se ha acabado y no estás tú para reemplazarlo. No quiero encotrarme con mi cuervo para no caer desmayada a sus pies.

Me es imposible encontrar la estantería en la que tú estés, esperando a que te tome, como una barra de incienso, hasta que te consumas en mi quemador. Mira bien, he preparado un pequeño teatro privado en el que seguir interpretando la dura función de mi propia vida. Quizá sea sólo la sombra que se apodera de todo, dejando visibles unas oscuras marionetas que se mueven ingrávidas y sin hilos. En mi cajón hay dos entradas caducadas de un negro teatro en Praga.

Sin embargo, en todo ello falta algo: el componente que permite determinar la precisión en la medida de mi corazón. No sigamos jugando al tira y afloja, al final, ambos caeremos al suelo y yo tengo las rodillas demasiado peladas ya de caer en el camino.

El piano y los violines suenan en un eco remoto sin un nexo que los una. Sus teclas se quiebran; sus cuerdas gimen y saltan porque les falta el componente. Una antigua radiografía reposa en el cubo de la basura; en ella, un corazón late en una corona de espinas.

Baja los puños, no he venido a pelear, sólo busco mi componente, que se ha diluído en el viento y en la ceniza. No queda nada por lo que pelear. He perdido la composición de la mezcla en la que faltaba mi único componente.

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