Oigo los ecos
de los acordes lejanos
de lo que fui
de lo que,
en otro año,
sonaba tan mío
y que ahora
encuentro tan alejado
y vacío.
Mi labio tiembla
en un acceso de llanto
que no llega.
He bajado los puños;
esta vez
no he venido a pelear.
Simplemente,
quiero defenderme
del dolor,
del temor
y la preocupación,
escondida
detrás de mi
más que bien
armada armadura.
Siento como soltaste
mi mano
y ahora
estás perdido
en ti mismo
haciendo equilibrismos
en el cable que sobrevuela
el claro.
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