Sentí los colores venir a mí, desde las esencias perdidas del pasado, como el olor de la pintura semanas después de que se seque. Sentí como la luz inundaba una tormenta ruidosa y repentina mientras las gotas resvalaban trémulas entre el asfalto de acero y fuego bajo los pies de un faquir de poca monta.
Oí los rumores que acallaban los gritos del alma descompensada en el camino de la perdición y la locura mientras se perdía la última apuesta posible. Oí los acordes de la espiral retorcida del tiempo enredada en la rosca de una botella cualquiera de vodka y ansiolíticos.
Cayeron las torres más altas que asentaban sobre los más firmes pilares de barro y escoria y se mantuvieron en pie tres castillos de arena construidos sobre la materia etérea que puebla el espacio interestelar, a años luz del más mínimo atisbo de cordura. Cayeron las olas sobre los restos marinos del naufragio que marcó la intrahistoria.
Se apagaron las farolas al paso del desfile circense de fuegos de artificio y oquedades demasiado oscuras para jugar al gua. Se apagaron las sonrisas elevadas a las estrellas después de un estrambótico artificio de prestidigitador que hizo huir al público.
Se apretaron las clavijas de la yacija de cristal de un rey perdido en la memoria y el tiempo antes de enseñar pequeñas reliquias de su gloria pasada ante los ojos escépticos de una multitud enfurecida y enferma por una pandemia tóxica. Se apretaron las mandíbulas el día en el que la naturaleza puso fin al holocausto que el hombre hacía sobre sus recursos.
Soñé volar, que mis sueños eran ciertos y que la parte de despertar no entraba en el argumento, que la luna alumbraba algún río en forma de espejo mientras la menta se respiraba en el ambiente. Soñé que las farolas alumbraban el principio de una nueva era en la que las cosas fueran claras y plausibles, sin necesidad de medias verdades y palabras con más de dos fondos.
Escuché atenta el quebrar en mil fragmentos el cristal del corazón que no encontró una tirita a tiempo para tapar la herida antigua y supurante. Escuché como se diluían los gritos y el lamento en el fulgor de la batalla en la que los héroes se convierten en villanos mientras pierden la última apuesta posible.
2 comentarios:
Bipolar....el blog!
pronto subire el Nº1
amore mio! a ver, me debes un chupito y nos debemos aún una tard psicoanalítica. suerte y sé feliz que tu sonrisa ilumina el mundo.
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