Siento como en mis ojos, marchitos por el humo y los vicios, aún están adheridas las legañas de las noches en vela, de los besos amargos y las paredes manchadas de alcohol de un remoto garito.
Pienso en lo mucho que ha pasado y lo poco que he sido capaz de retener, en los momentos buenos y no tan buenos que tuvimos y que no podremos repetir.
Doy vueltas en la mente mientras siento como no puedo relanzar el vuelo hacia un lugar menos funesto, hacia un lugar cercano al arcoíris que me pueda transportar a otro mundo mágico y lejano que me aleje de las olas y las ramas tras la tormenta.
Y por más que lo pienso, todo no deja de ser una macabra locura, una pintura circense de lo eternamente perdido, una tragedia griega ida de las manos de su creador.
Y por más que lo pienso, sólo siento como los días pasan, fugaces, como el rastro del vodka en la garganta, como el tintineo de la cadena de un esclavo, sin dejar que esto vuelva a tener un mínimo sentido lógico.
Como un sueño delirante, etílico, oscuro y agobiante se cierra sobre mí; y no puedo dejar de pensar que ésto es una locura, una gran locura de la que no sé si sabré escapar.
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