La luna y el viento siempre se van,
es insulso intentar correr tras las olas.
Tus alas tienen la fuerza
para volar por sí mismas;
no necesitas de parapente
para separar tus pies del suelo.
No dejes que la nieve
te inunde
cada vez que los murmullos
de lo que crees felicidad
se alejen de ti.
No precisas de ellos.
Tu ya eres felicidad.
Tu verso hace que crezcas,
dejando atrás
a la niña chiquita
que se abrazaba las rodillas
en la acera marchita
de las farolas fundidas.
Y qué si la pluma vuela;
ese es su destino.
Las libélulas también vuelan,
aunque al salir de su crisálida
aún lo desconozcan.
Y qué si no sigues el reloj
eso no quiere decir
que se pierda el tiempo.
En las alturas
no existe el tiempo.
Y qué si el enésimo se marcha;
el tiempo siempre llega
cuando se lo propone,
ni pronto
ni tarde.
Así que
espéralo,
el reloj dará
las horas para ti.
Hasta entonces
es mejor aparcar la amargura
de los que se han ido.
3 comentarios:
Muchas gracias, mi pequeña reina.
Ése poema no era, de todas formas, para un amor perdido, sino a la impotencia al darme cuenta que el tiempo, la edad y la distancia me han robado a un amigo y que yo nada puedo hacer.
bueno, siempre puedo dedicarte otro, ;
Apargar la amargura... qué linda imagen.
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