martes, 24 de febrero de 2009

El club de los corazones solitarios



Los humos nocivos

de las noches en vela

de vodka y cerveza

me recuerdan

que todos somos esencia,

esencia marchita

de colirios

y antidepresivos,

de corazones de alquitrán

y hielos de bromuro.

Que los cigarros queman lento

sobre todo en el silencio

y en la noche;

que los peces noctámbulos

nunca bailan más lejos de su pecera,

que tarde o temprano

se acaban frecuentando

las malas compañías

de los garitos de medio pelo

en el que las luces

de un neón casi fabuloso

indican que has llegado

a la meta mística

de toda alma en pena:

El club de los corazones solitarios.

Ese club que tantos frecuentan

y en el que pocos consuelan

sus largas noches

de borrachera.

El mismo club

donde pitonisas y rameras

se debaten en el vacío moral.

El mismo club

al que llegan los barcos naufragados,

las olas, la arena y las ramas

tras la marea.

El club en el que sólo

un corazón fragmentado

puede entrar.

El club donde nunca brillará la luz,

como cuenta pendiente

de la mala vida.

El club de las sombras

y las tinieblas

de callejón oscuro

con olor a orín,

de las retiradas solitarias

y los recuerdos difusos

de las mañanas de resaca.

2 comentarios:

Nerea Ferrez dijo...

no ovides nuestro cvaracol de otoño, eva

Mayca Gorrate dijo...

espero que la luz vuelva pronto sea lo que sea lo que te ocurra. puede que suene a tópico pero a veces, cuando, por lo que sea, no se puede hablar con los amigos, viene bien contarle las penas a un desconocido.
no había podido escribir hasta ahora porque he estado en un curso de guías y azafatas en barcelona.