Caminar rápido mientras sólo resuenen los tacones de mis botas de tachuelas.
Sabes que no vas a llegar.
Da igual, lo importante es caminar, no dejar la senda, no perder el ritmo palpitante de la carótida de mi cuello, el calor palpitante de mis piernas al moverse armónicas en su rápido frenesí.
Sabes que no vas a llegar.
Cállate, ¿desde cuándo alguien ha dado coba a ese lado del espejo? Tú hablarás cuando yo te deje. Y ahora lo único que importa es caminar.
No llegarás a tiempo, te has entretenido demasiado en el camino.
Eso aún está por ver, déjame rememorar mis tiempos de atleta, cuando corría y caminaba por igual, incansable, inagotable... Entonces no había sufrido todas las dolencias de corazón que ahora llevo a rastras.
Pero, ¿no puedes ir más despacio? Si no vas a llegar.
Se escurren mis guantes. Si paro a colocarlos bien de nuevo perderé más tiempo del que tengo, si ya está a la vuelta de la esquina. Un esfuerzo más y estaré allí.
Serás testaruda. No vas a llegar.
¡Ah! Esta valla en medio. Tropiezo inesperado. En fin, habrá que esquivarla.
¡No! ¡Espera! ¡No te vayas!
¿Por qué te has cansado de esperar? Ya me había decidido. Estaba caminando a lo largo de las aceras marchitas para llegar hasta ti, a tu nido y a tu quemador; pero ahora te vas.
He llegado justo para verte marchar, con la velocidad de un cuervo remontando el vuelo sobre el bosque entramado de mi memoria.
Te lo dije, no ibas a llegar. Ve al hogar antes de que te vuelvas a perder en la senda, buscando la velocidad adecuada para no perder tu último tren.
Sabes que no vas a llegar.
Da igual, lo importante es caminar, no dejar la senda, no perder el ritmo palpitante de la carótida de mi cuello, el calor palpitante de mis piernas al moverse armónicas en su rápido frenesí.
Sabes que no vas a llegar.
Cállate, ¿desde cuándo alguien ha dado coba a ese lado del espejo? Tú hablarás cuando yo te deje. Y ahora lo único que importa es caminar.
No llegarás a tiempo, te has entretenido demasiado en el camino.
Eso aún está por ver, déjame rememorar mis tiempos de atleta, cuando corría y caminaba por igual, incansable, inagotable... Entonces no había sufrido todas las dolencias de corazón que ahora llevo a rastras.
Pero, ¿no puedes ir más despacio? Si no vas a llegar.
Se escurren mis guantes. Si paro a colocarlos bien de nuevo perderé más tiempo del que tengo, si ya está a la vuelta de la esquina. Un esfuerzo más y estaré allí.
Serás testaruda. No vas a llegar.
¡Ah! Esta valla en medio. Tropiezo inesperado. En fin, habrá que esquivarla.
¡No! ¡Espera! ¡No te vayas!
¿Por qué te has cansado de esperar? Ya me había decidido. Estaba caminando a lo largo de las aceras marchitas para llegar hasta ti, a tu nido y a tu quemador; pero ahora te vas.
He llegado justo para verte marchar, con la velocidad de un cuervo remontando el vuelo sobre el bosque entramado de mi memoria.
Te lo dije, no ibas a llegar. Ve al hogar antes de que te vuelvas a perder en la senda, buscando la velocidad adecuada para no perder tu último tren.
4 comentarios:
eva, ya sabes tú que no hace falta que corras, tienes lazos con los que atrapar a ese cuervo y a los que quieras. un beso, reina.
Está bien, sí. Me ha gustado.
Como me dijeron una vez, correr es de cobardes. No te atormentes por el hombre equivocado, puede que haya más gente de la que tú crees atenta a tus movimientos, tienes pinta de ser mujer carismática y eso es lo valioso.
Un placer visitar de nuevo tu blog, mi jefa y editora
Muchas gracias a los tres por pasaros por aquí y dejar vuestros comentarios, un día de estos actualizaré, quizá esta misma noche.
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