martes, 14 de octubre de 2008

Luces en el agua

El Bosque.
La representación de todos los bosques. Tan sólo se pueden ver unos débiles rayos de sol que se filtran entre el denso follaje que se alza soberbio hasta el mismísimo cielo.
Silencio.
Un silencio totalmente inusual en un bosque; denso, candente.
Alrededor no hay nada. Tan sólo los altos y gruesos troncos, estirados, altivos, desafiantes; su suberina extensión marea al llegar a los haces de luz.
El Bosque.
La exaltación de todos los bosques.
El suelo está tapizado de hojas de los colores más variopintos en los estados de descomposición más variados. Rocas recubiertas de musgo o alguna otra especie mutada emergen entre ellas como cadavéricos dedos de la sinuosa tierra. Aparte de ello... nada. Ni un ápice de vida que no sea ancianamente vegetativa.
Silencio; vibrante, pastoso.
Las horas pasan; la luz no cambia a través del entramado de hojas que hace las funciones de techo. No hay nada que nuble el resplandor. El tiempo contiene la respiración.
El Bosque.
No hay viento. No hay nubes. No hay aire.
Los altivos troncos parecen ingrávidos; no hay nada que los sustente. El suelo se desdibuja en la magnificencia del lugar. El Bosque. No hay raíces que se hinquen con saña. No hay tierra.

El silencio se rompe. Un velo se rasga por la mitad cuando sobrevuela, sin aletear, un pájaro. Se mueve siendo desplazado, movido por los oscuros hados. El Bosque. Su silueta se contorsiona y distorsiona para diluírse finalmente.
No hay nada.
El bosque por antonomasia continúa impertérrito. El único vestigio de vida, de movimiento, ha sido engullido con maestría por su siniestro halo.
Una piedra, ensangrentada.
Junto a ella, un cuello en una posición imposible.
Los ojos vidriosos que miraron al horror con fiereza, han dejado de mirar.
Lentamente, el musgo, o incluso su más siniestra variedad mutada, se apodera de la sangre derramada sobre la piedra; absorbe el rastro de la mano culpable; bebe del señuelo delator.
Los ingrávidos árboles se posan en la pétrea realidad del suelo. Sus oscuras y antiguas raíces surgen de la nada para abrazar el extinto cuerpo; acarician el marchito rostro antes de engullirlo hacia la inmensidad de su interior, de su húmeda y oscura existencia. Como hábiles dedos de taxidermista, cierran los ojos acuosos de la muerte.
El Bosque.
Definición de todos los bosques.
La piedra ya no tiene sangre. Ha sido lavada por las suaves manos de las cascadas. Ya no hay reguero; ya no queda rastro delator. Ya no quedan restos del exigüe corazón. El río ha acudido a la llamada del Bosque; ha limpiado su parte.
La definición de todos los bosques no ha dejado huellas.
El agua ocupa ahora lo que antes la sangre y la muerte. No queda más rastro que otro reflejo en el río. No hay más señas que otra luz en el agua, que contempla los ingrávidos troncos, flotar.
El Bosque...
Esperando, inmutable, una nueva víctima...

2 comentarios:

Nerea Ferrez dijo...

eviña, cambia el color del fondo que tanto rojo me daña a la vista.
un bico (o un pico, como tú prefieras),
ne.

E.A.V. dijo...

Es el rojo de la sangre, el rojo del corazón amputado, el rojo de... bueno, ya lo puedes suponer, jajajaj!!! Debería actualizar, pero es que no me apetece na....