miércoles, 31 de diciembre de 2008

2008: the end has come

El año se me escapa entre los dedos. Las últimas horas de este año desigual, en el que todo estaba en el 19, me recuerdan el sabor agridulce de las derrotas y las victorias. Estas últimas horas que, contrarreloj, marcan el final o el principio, del fin o de un nuevo comienzo.
No soy capaz de hacer compendio retrospectivo de todo lo que el 2008 ha sido para mí, ni tampoco voy a intentarlo. Simplemente, me alejaré de toda comunicación hasta que este año acabe, hasta que el nuevo horizonte me deje ver el sol detrás de las nubes y las montañas de un extrañísmo año que a duras penas he sido capaz de abarcar.
Cumpliré con todas las ridículas tradiciones supersticiosas y felicitaré el año con la hipocresía chirriante de la repetición y las reestrenadas sonrisas después de mi renovada coronación como Reina, aún por decidir de qué.
De todos modos lo importante es hacer cualquier cosa, obrar el milagro del ojudo para dejar atrás el 2008 y esperar, anhelante, a que el 2009 sea un poco menos extraño, con eso me conformo.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Porque soy la noche

Porque yo soy la noche
te digo que ya no sufro.

Porque yo soy la noche
siento que mi corazón
no debe quedar en tierra,
que puede remontar el vuelo
sin esperar
a que nadie,
nadie,
ponga la malla
bajo mis pies
de funámbula.

Porque soy la noche
y mis pestañas están
cubiertas por el hollín
de las paredes
de alcohol y humo
de aquel perdido bar.

Porque soy la noche
no sufro lo que sangro,
lo que lloro
sobre el lúbrico papel,
depositario de todos
y cada uno
de los malos vicios,
de la peor vida.

Porque soy la noche
confieso que,
he comprado rodilleras
para que no me duela
caer a lo largo de la senda.

Porque soy la noche
puedo decir que he crecido
que ya no me importa
nada de lo que me digas
nada de lo que me hagas.

Porque soy la noche
sé que estuve confundida
pero ahora vuelvo
a volar sobre el cielo
marchito de la ciudad
sin cadenas y lastres
que me aten
a las jaulas de leones
cobardes
que en las noches
arañaban mi rostro.

Porque soy la noche
mis pasos se han borrado
de la senda.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Nochebuena (atrasada)

Había olvidado
cuán generosos
eran tus besos
y tus abrazos
hasta que he descolgado
y, al otro lado,
tu voz
cantando un villancico
que me deseaba
lo mejor y lo más próspero
para esta noche.

Había olvidado
tu pelo de menta
y tus ojos claros
hasta que me he sentido
catapultada
hacia la nube
donde todo es algodón
y tú estás sujetándome
para que no me roce las rodillas.

Había olvidado
cuán feliz era
cuando estabas a mi lado;
cuando veo el muérdago
colgando sobre la puerta
mientras paso bajo él,
hablando contigo
en la distancia.

Me muerdo un labio
mientras,
en silencio,
pienso
lo bueno que sería tenerte,
ahora,
aquí, a mi lado,
y tú preguntas,
desde el otro lado,
"¿sigues ahí o se ha cortado?"

lunes, 22 de diciembre de 2008

Imán de espinas

No puedes imaginar el dolor que siento, de nuevo ultrajada, de nuevo marchita bajo la decepción del engañado por n-ésima vez. Confié de nuevo en el mito del buen salvaje y de nuevo me atravesaron el corazón con la lanza de las buenas palabras y las malas intenciones.
¿Por qué ser idealista es condenarse a perder? ¿Por qué confiar en la gente sólo lleva al desengaño? Siento como mis pestañas caen, como mis buenos deseos sobre las baldosas marchitas de las aceras de la ciudad. No queda nada bueno en el aire a lo que me pueda aferrar mientras mis pulmones se encharcan con el hollín nocivo de los tubos de escape.
Al otro lado del teléfono no entiendo ni una sola palabra. Cuelgo para no sentirme aún peor de lo que ya me siento, cuando todas las espinas que había quitado a mi corazón vuelven como imantadas a sus punzantes huecos ante la nueva decepción. Te llamo, pero al otro lado, una voz metálica me informa que no estás disponible, al menos, no para mi.
Mis rodillas se reabren supurantes al caer de nuevo en el camino. Prefiero quedarme de rodillas ahí, en medio, mientras mi sangre tiñe de rojo la tierra, antes de arrastrarme hasta la cuneta. Mis dedos tiemblan cuando vuelvo a marcar tu número.
Mis lágrimas son menos saladas y están más secas cuando te oigo, detrás de mí en el camino, ayudándome a levantar mi hastiado corazón para seguir de tu mano por la senda, mientras me secas las lágrimas y me dices que nada de lo material es irremplazable.
Muchas gracias J por ser como eres...

martes, 16 de diciembre de 2008

Sombrero de prestidigitador III

Existen cadenas
más recias
que las de hierro.
Las que tú me arrojaste
apretaban más
que una herrumbrosa
argolla.

Sin embargo,
ya estoy lejos
de aquella mazmorra
húmeda y fría.

Soy libre.

Debería sonreírle al sol;
lo único que queda
en mi alma
es la fina lluvia
que empapa
mi conciencia.

Ahora que disfruto
de mi libertad
quizá debería dejar
más abierto mi oído
a aquel que quiso
reemplazarte
desde un principio,
a aquel que me juró
amor eterno
prometiendo
todas y cada una
de las estrellas,
o, incluso,
a aquel que me abrió
altruísta,
las puertas del Nirvana.

Soy libre.

Fui capaz de romper
las cadenas
que sobre mí
habías arrojado
mientras sacabas
de tu chistera
otro conejo blanco
que huía del tiempo.

Soy libre,
aún así,
tengo síndrome de Estocolmo.

Sombrero de prestidigitador II

Estoy perdida
en el más profundo
de mis vacíos internos.

No sé si sonreír
por mi reencontrada libertad
o llorar
por mi dolorosa pérdida.

[Estoy perdida,
sola,
entre los muros
de una habitación
en la que faltas tú].

El corazón está hueco
después de amputar
la última espina;
la mente,
burbujueante
en los recuerdos
de la hiel
y la miel.

Estoy perdida
en mis propias
reacciones
sinopsiales.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Sombrero de prestidigitador I

Cuando la oscuridad
me deje sumida
en el vacío,
no habrá llanto para ti.

Cuando la soledad
me aparte de todos
los que amo,
no me clavaré otra espina.

Siento como mi pulso
se relentiza
al sentirme
de nuevo
LIBRE;
me he deshecho ya
del embrujo.

La única duda
que me asalta
en la noche
es
¿por qué me duele
tanto
mi renovada
libertad?

viernes, 12 de diciembre de 2008

Requiem por las espinas

No queda amor
a este lado del abismo.

No hay corazón
más allá de este dolor.

No queda amor
en los clavos de mi mente.

No queda amor
simple réquiem por la pasión.

Perdí el control
sobre la decepción.

Perdí la razón
en un delirio del corazón
que ya no
late, gimiente,
en la corona
de espinas amputadas.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Serenatas opiáceas III


Sentí el clavo
en mi frente
con el que la memoria
atenazaba.

Sentí la lejanía,
en un sólo instante,
a miles de años luz.

Toda aquella distancia
que había acortado
a mordiscos
a la desidia
al buscarte en sueños
volvió a hacerse patente
en una fracción de segundo.

Nunca te había sentido
tan mío
hasta el instante anterior
a perderte por completo.

No existen lazos
con los que yo
pueda atraparte,
impedirte
que vueles lejos,
pájaro de mal agüero.


Y ahora mi garganta
está seca de nuevo,
de ella sólo mana
el lamento,
el gemido,


"NUNCA MÁS"

Caracol de Otoño (a título provisional)

I
II
No sabía de dónde salía el fuego que le indicaba la senda, un tortuoso camino de montaña hasta el origen mismo del espíritu dormido de la antigua cultura andina. ¿Sería su sangre mestiza o simplemente la curiosidad de sentirse místicamente ingrávido por la falta de oxígeno en las alturas?
Aún recordaba aquella feria pueril cuando era niño, en la que la gente intercambiaba viveres por víveres y los niños comían huesos de caramelo por la fiesta de Todos los Santos. Aún recordaba como sus ojos de miel, sin corromper por la malicia del mundo, absorbieron tanto como fue capaz de comprender.
El traqueteo del tren estaba revolviendo sus recuerdos más de lo que le gustaría reconocer. Era mejor que su mente descansara y estuviera fresca.Ahora no era el momento de dejarse llevar por sus impulsos románticos de búsqueda de la verdad. Había estado cerca de lo que él creía el camino, pero el tiempo se le había echado encima.
El vuelo hacia España salía en un par de horas, de nuevo aquellas conferencias sobre el comercio justo, la conservación de las costumbres de los pueblos andinos... Huecas palabras que sonaban a dulzona demagogia en los oídos de los occidentales, que miraban con ojos lastimeros las múltiples fotografías de sus viajes, especialmente, aquellas que mostraban los rostros humanos del padecimiento.
Volvió su rostro hacia el paisaje, aquel paisaje arenoso de los desiertos andinos mientras aquel tren de la epóca criolla lo llevaba de vuelta a la civilización con un nuevo cargamento gráfico para atestiguar sus elocuentes conferencias. Revolvió en su equipaje de mano hasta encontrar el billete de avión hasta Madrid, la capital. Desde allí tomaría otro tren hasta una ciudad en Castilla. No importaba su nombre, todas las ciudades eran iguales para él; igual de frías, igual de vacías.
Una mujer le miraba desde el otro lado de la ventanilla mientras el tren se detenía para entrar en la estación. Su piel canela le revolvió aún más los recuerdos, pues, ¿no era aquel el mismo color que el de la piel de su madre, aquella que había dejado en él la herencia del contínuo viaje?
III

domingo, 7 de diciembre de 2008

Libre





Vuelvo a ser libre;
el calor incendiario
sobre mi piel
me lo recuerda.


Vuelvo a ser libre;
lo descubro
milímetro a milímetro
al reconquistar tu piel.


Vuelvo a ser libre;
me he deshecho
del embrujo
de la idealización
y la larga espera.


Vuelvo a ser libre;
se acabó esperarle,
inmutable,
como una piedra.


Vuelvo a ser libre;
surcando los cielos
sobre las nubes
de la melancolía.


Vuelvo a ser libre;
qué pena,
ya no estás aquí
para verme remontar el vuelo.